miércoles, enero 23, 2008

Pise el palito en el Boston Common (parte 1)

Cuando me desperté eran las nueve de la noche. Ya me había pasado la resaca y me sentía recuperado. Sólo necesitaba una buena ducha. No me despedí de Martín para no despertarlo. Cogí mi auto y me fue para la casa.

Ya en la casa, luego de bañarme decidí ponerme la ropa que recién había comprado ayer. Una camisa y un pantalón jean desteñido. Un poco de perfume y estaba listo para salir de nuevo. El objetivo de la noche era el Manray, la discoteca de moda. El plan era mas bien tranquis.

Iba solo. Sí. Podía haber llamado a alguien pero en realidad me provocaba ir solo. A pesar que decía odiar la soledad, no siempre era así. Porque en realidad me encantaba la sensación de entrar a la discoteca solo, sin saber que iba a pasar. Más aún luego de un baño y con ropa nueva.

- Un vodka tonic por favor – pedí en la barra. Donde había encontrado un buen lugar para estacionarme.

A mi lado había una chica leyendo un cuaderno con notas escritas a lápiz. Vestía camisa a cuadros y un pantalón jean celeste. De hecho tenía pinta de latina. Más aún, de sudamericana.

- Bueno Adolfo, entonces te pones en contacto con los abogados para que se hagan cargo de este caso - le decía a su acompañante en español.

No me había equivocado. Además, ahora me daba cuenta que tenía un acento limeño muy marcado. Cosa que no escuchaba frecuentemente en Boston y, por lo mismo, despertaba mi curiosidad.

- Listo. Yo me encargo de ese asunto. La próxima semana me estoy comunicando contigo – dijo Adolfo, guardando el cuaderno de notas en su mochila. Luego se despidió.

Ella se quedó sola tomando un trago. Parecía, al igual que yo, estar disfrutando de esa soledad.

Sin poder esquivar mi curiosidad, decidí hablarle. No la pensé dos veces y volteé hacia su lado.

- Hola, me llamo Jorge. Escuché que hablas español. ¿Quieres conversar un rato? – No se me ocurrió decirle otra cosa.

- Claro, por qué no- me contestó sonriendo.

Me dijo que se llamaba Marta y también era peruana. Llevaba dos años viviendo en Boston y le gustaba mucho. Se fue del Perú de niña. Su papá era diplomático y lo enviaron a Canadá. Primero estuvo viviendo en la ciudad de Québec, allí terminó el colegio y antes de comenzar la universidad se tomó un par de años para llevar una vida medio hippie. Junto con artesanos peruanos y chilenos vendía en el viejo Québec.

Luego entró a la universidad a estudiar sociología. Para esto su papá había regresado a Perú pero ella decidió quedarse. La universidad la financiaba con lo que ganaba en los veranos vendiendo artesanías. A veces también viajaba a Halifax con su grupo de artesanos para vender y hacer trenzas para los niños. Así la pasaba bien y hacía algo de plata.

En la universidad se enamoró de un quebeco. Vivieron juntos durante él último año de la carrera. Luego a él le ofrecieron un trabajo en Montreal y se mudaron para allá. Pero después de un tiempo la relación comenzó a fallar y terminaron. Ella, sin embargo, quedó encantada con la ciudad y decidió quedarse. Consiguió un trabajo a medio tiempo en una revista y siguió una maestría en ciencias políticas. Al terminarla se vino para Boston, donde estaba haciendo su doctorado en la universidad de Harvard.

Era una chica de carácter fuerte y convicciones claras. Por lo que contaba se había hecho sola y había aprendido a no depender de nadie. Tenía unos ojos muy expresivos. Por momentos le daban un aire de seriedad y en otros uno de dulzura. Parecía poder ser muy fría y muy calurosa. Sin medias tintas. Eso la distinguía y era precisamente donde radicaba su atractivo. Porque era bastante atractiva.

A pesar de haber vivido sólo su niñez en Perú, sabía bastante sobre historia y la situación política actual. Se notaba que seguía con atención lo que pasaba en el país. Incluso su tesis de doctorado era sobre organizaciones campesinas en zonas rurales. Hablaba con mucha pasión sobre el tema. Especialmente cuando se refería a las injusticias en estas zonas y la inmensa desigualdad que existía en el Perú. Por momentos sentía que se tenía que controlar para no exaltarse. Entonces cambiaba de tema.

A mi no me molestaba escucharla ni que acapare la conversación. Me parecía interesante conocer la opinión de una peruana que llevaba tanto tiempo viviendo afuera y a pesar de ello, o precisamente por ello, intentaba entender la realidad peruana. Además, estaba de buen ánimo. La había pasado bien por la tarde en casa de Martín. Allí había conversado lo suficiente como para dedicarme ahora sólo a escuchar.

Con Martín nos habíamos juntado para ver un partido de fútbol. Argentina contra Brasil. Un clásico sudamericano. Estuvimos tomando unas cervezas desde antes del partido y a la hora que comenzó ya estábamos puestos. Ni él ni yo seguíamos el fútbol. La verdad ni siquiera conocíamos a los jugadores. Ya hace varios años vivíamos fuera del Perú y no nos enterábamos. Ver los partidos era un pretexto para conversar y recordar viejos tiempos. Y esta vez tenía especialmente ganas de hablar.

Le conté que estaba contento en Boston. Me iba bien en el trabajo y recientemente había comprado una casa. Era mi primera casa y representaba todo un logro para mí. El camino no fue fácil pero fue para lo que vine a este país. Ahora tenía un activo importante pero también mi primera gran responsabilidad. Los siguientes años tendría que pagar las mensualidades, lo cual me ponía un poco nervioso. Pero era factible con el trabajo que tenía. En general sentía que me encontraba en un momento muy bueno de mi vida, algo que por mucho tiempo había buscado.

Sin embargo, estaba solo. Desde que terminé mi relación con Olga no había vuelto a enamorarme de alguien. En realidad, luego de que terminamos no me interesó volver a compartir mi vida con otra persona por un par de años. Estuve muy tranquilo y entretenido con mi trabajo. Pero ahora sentía cada vez más la necesidad apremiante de hacerlo. Sin embargo, no era fácil. La gente a mi edad, tanto las chicas que conocía como yo mismo, difícilmente abríamos espacios para gente nueva en nuestras vidas.

De algo estaba convencido. Quien quiera que fuese mi nueva pareja tenía que hablar español. De preferencia, sudamericana o haber vivido allí.

Con Olga ese fue el problema. Ella era polaca y nos comunicábamos en inglés. Al principio la novedad era muy atractiva. Ambos compartíamos el ser inmigrantes en este país. Además disfrutaba mucho aprender sobre su cultura e idioma. De hecho la pasaba principalmente con sus amigos del este de Europa. Perdí contacto con mi cultura, mis amigos latinos y me refugié en nuestra relación.

Pero al pasar los años sentí de pronto un gran espacio vacío. Y, mi lengua materna pudo más. De pronto me reencontré con amigos latinos y principalmente, amigas, y ahí estalló todo. Sentí como si todo ese tiempo hubiese estado engañado, viviendo un juego. Mis comunicaciones con latinas llegaban a un clímax que jamás lograría con Olga. Simplemente porque no compartíamos los mismos antecedentes, los mismos significados. Fue así como terminamos.

Martín escuchaba con atención e interrumpía para hacer algunas acotaciones. Como buen ingeniero, sabía llevar una conversación bastante técnica. Al final producía la sensación de engranar exitosamente cada uno de mis argumentos. Desgraciadamente el resultado era una construcción sólida pero lúgubre. Pero prefería que sea así en lugar de darme esperanzas falsas.

Luego del partido o tal vez durante el mismo, me quedé dormido en su sofá y no me desperté hasta la noche.

- ¿Te gustaría ir a desayunar mañana? – me preguntó Marta.

Mañana era sábado y nuestra conversación había sido muy agradable. Entonces estaba más que convencido en la respuesta y quedamos para vernos al día siguiente. En el camino de regreso a mi casa estaba muy entusiasmado de haber quedado para el desayuno con ella.

El sábado desperté temprano, me acicalé, me puse unos shorts, sandalias y salí a mi encuentro con Marta. El día estaba soleado y provocaba estar afuera. Entonces compre un café helado en la panadería y fui caminando hacia Harvard Square, donde se ubicaba el café en el que habíamos quedado.

A pesar que llegué diez minutos antes de lo pactado, Marta ya estaba sentada allí. Había tenido una clase y por eso me había dicho para encontramos ahí. Estaba sentada en una mesa para dos y tenia un libro abierto en la mesa. Cuando nos saludamos me dio una sonrisa tan linda y fresca. También tan contraria a las expresiones de dureza que podía mostrar. Pero de hecho sentía que luego de la noche de ayer había más confianza. Nos habíamos gustado.

Me pedí un bagel con queso crema y una limonada. Ella un desayuno de los fuertes, con huevo, tocino, frijoles y un café americano. El resto del desayuno fue bastante ameno. Nos dedicamos a deshacernos del estrés al mejor estilo limeño. Es decir, rajando de los demás. Eso los dos lo sabíamos hacer bien. Entonces, sin que lo supieran, los transeúntes fueron nuestros lornas. Estuvimos riéndonos así buen rato y la pasamos bien.

Después del desayuno fuimos a caminar. Era divertido. Con ella si que podía conversar en el mismo sentido. Pero, a pesar de ello, había mas bien algo en su personalidad que yo no alcanzaba a entender. Posiblemente tenía que ver con su parte canadiense, o mas bien, quebeca. Ella había pasado las experiencias más importantes de su vida allí y no en Perú. Entonces, aunque podía entender mucho de mi mundo, tal vez yo no entendía mucho del suyo.

Pero había algo más. Y era esa personalidad, tan radical, tan polarizada. Sí, ella podía tener un trato afable. Pero, por momentos, como he dicho, su dureza era notable. De pronto la sentía dominante. El semblante le cambiaba y aparecían unos ojos azorados. En el fondo creo que esa era la parte que predominaba en nuestra relación. Pues poco a poco me daba cuenta que ella decidía por donde iba la conversación. Generalmente imponía su opinión sin interesarle lo que yo pensaba.

Sin embargo, esto para mí no era un problema. Por el contrario, mientras más tiempo pasaba con ella, más disfrutaba de su compañía.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

MAESTRO!!! Me has tenido (y me tienes) en un suspenso avasallador! No se si es solo la narrativa o la MACABRA mezcla de personajes y lugares que has logrado combinar. Tengo muchos nombres en mente... tantas personas involucradas, y tu? estas tu tambien ahi? por supuesto!! y yo? ahhhhhhh!!!!!!!!!
En que mar de humores se han bañado tus neuronas para combinar de tal manera tanta nostalgia?
Pepe

eldani dijo...

JO JO JO, ya llega la segunda parte!, que pasara?!!

Anónimo dijo...

Muy bueno lo que has escrito,me da la impresion,que no estas alli pero estas alli metido en esa historia.
Te quiero mucho.



Lidia.