miércoles, agosto 24, 2011

I gotcha buddy


Camino a los united uno comienza a sentir que tiene que ejercitar sus pobres habilidades sociales. Desde el avión mi compañero de asiento, ventana él, pasillo, yo, me mete un codazo y me dice que no me puedo perder la vista de Islandia por la ventana, como si nos conocieramos de siempre, sin introducción, nada. Totalmente desacostumbrado a ese tipo de contacto repentino y no solicitado procedo a asomar mi cabeza sin decir nada. Me pregunta si alguna vez había visto Islandia desde el cielo. Le confieso que no. Pues ya puedes decir que lo viste, me responde. Un par de veces más en el vuelo llamó mi atención para comentarme algo, no buscaba establecer una conversación, era sólo ese contacto ocasional. La pinta: medio colorado, chato, zapatillas NB, medias blancas largas. El clásico gringo.

Entonces recordé que iba a los Estados Unidos y que allí el contacto social con extraños es más frecuente que en Alemania, especialmente en la amigable zona del midwest, a donde iba, Chicago. Lo que siguió fue sólo una confirmación del incidente en el avión: la gente conversando en el taxi, la recepción, del hotel, el elevador, los comercios, etc. Que sobre si sabía el pronóstico del tiempo para el día, que que hacía en Chicago, recomendando sitios para visitar, que sobre cómo era la vida en Alemania, etc. Entonces comencé a practicar mi sonrisa más amplia y a salir por las calles con la mejor de las vibras, listo para responder a todas sus preguntas amablemente. Algunos dicen que preguntan por preguntar, por ser polite nada más, pero no se y no me importa, yo les contesto, amablemente, y me escuchan, a veces repreguntan, entonces no puede ser tan fake.

Me gusta también la manera tan relajada de ser de la gente que trabaja en servicios. Un trato muy cool. Y me gustan los apodos, que me digan buddy, man, chief, bro. El trato se siente informal y cálido. Me gusta también, debo confesarlo, la máquina para correr en el hotel con tv incorporada. Llamo a mi hermano y le digo: qué naturaleza, medio ambiente ni qué ocho cuartos; malditos perros y semáforos; viva el capitalismo y sus máquinas para correr. Es lo que más aprecio de mis cortas estadías en los united. Poder correr mientras ves las noticias o alguna serie. El tiempo se pasa más rápido y el cardio se hace más entretenido. Viendo las noticias, a Anderson y Wolf, sin embargo, hago bilis, escucho los discursos demagógicos de los republicanos que utlizan frases trilladas como que Obama necesita gets his act together y que no debemos olvidar que vivimos en the greatest country of the world. Varias veces antes he escuchado esa frase y me asombra que el periodista no le pregunte al entrevistado por qué cree que vivimos en el país más grandioso del mundo. Es como raro que se pase por alto. O es que acaso realmente todos se lo han creído.

Christian me dice que sí. Vamos a un restaurante a comer unas carnes y tomamos dos Malbec argentinos, conversando, entre otras cosas, de Sui Generis. Y me dice, apelando a Charly, que está en el inconsciente colectivo. Pasamos un buen rato juntos y terminamos cantando. Hubiese sido genial tener también ahí a Israel, un amigo del barrio, pero esta enfermo y pasando por un momento medio estresante. Israel, Christian, y yo, nos hemos visto antes dos veces también en Chicago, pero en invierno. Ahora es verano y recién puedo ver el lado amable de la ciudad. Pasó poco más de una semana, muy bien aprovechada, a mi estilo. Lo que significa, evitar estrés a toda costa. Luego del evento al que asisto me voy a caminar solo bordeando el lago Michigan, luego por toda la Michigan Ave., veo el Chicago Tribune, el restaurante de Michael Jordan, el Chicago River (ver foto), me meto a un cine, me doy buenos gustos comiendo, estoy en sandalias, polo y short.

Se acaba el evento y regreso a Hamburgo. Me encuentro con un interesante artículo de la mamá de Carlos y la noticia que van a prohibir tomar chela en el metro de Hamburgo a partir del 1 de Setiembre. No me sorprende, esta ciudad no está preparada para eso. Comienzo a tratar de ubicarme de nuevo en mi vida cotidiana.

sábado, agosto 13, 2011

Noruega




Estuve la semana pasada en Noruega por la boda de un amigo, Carlos. Nos encontramos primero en Oslo, que es donde vive Carlos con su novia, bueno, ahora su esposa, Jeanette. Oslo no llamó mucho mi atención. Bueno, lo que si llamó poderosamente mi atención fueron los precios! Realmente carísimo todo. La ciudad y el país más caro que conozco hasta ahora. Al principio chocante, pero luego, bueno, que vas a hacer, a divertirse nomás y luego lidiar con las consecuencias.


En Oslo visité el museo de Edvard Munch, pintor noruego, el que hizo El Grito, la pintura que se convirtió en un símbolo popular, que fue robada y luego recuperada. Interesante aprender sobre la vida tormentosa de Munch, sus ideas de la vida, pero sobretodo la muerte y los celos. Gracioso su autorretrato en el infierno, persuasiva su representación de los celos, y simpática una pintura que hizo con amigos en un bar donde uno de ellos parece estar borrachísimo con la cara roja, esa no la encontré en la web lamentablemente. Munch, por cierto, tomaba muchísimo. Interesante también saber que vivió en Berlín y el norte de Alemania, e hizo alguna de sus pinturas en Moss, un pueblo en Noruega en el que vivió Carlos y en el cual, por lo que me contó, no hay nada que hacer! Además del museo de Munch estuve también en el museo de los vikingos y el de las embarcaciones que iban al polo norte. Interesantes ambos. No mucho más que contar de Oslo.


La boda fue en Friedrikstad, una ciudad pequeña, camino a Suecia, tal vez a una media hora de la frontera. La ciudad conserva edificaciones de principios del siglo 18 y parece sacada de un cuento antiguo, ha quedado medio intacta. Fue lo más interesante que pude ver en mi viaje a Noruega. Arriba he puesto una foto panorámica que encontré en la web (fuente: kvinnesak.no). La boda no pudo escoger mejor lugar. Eramos el grupo de los amigos de Carlos quedándonos en un hotel en el casco viejo de la ciudad y los amigos de Jeanette que viven por la zona. El casco viejo no es más de unas 10 manzanas, entonces nos encontrabamos a cada rato. Gente agradable y de lo más diversa, la pasé muy bien!