La primera vez que probé jamón serrano fue en 1990, a la edad de 11 años, en un vuelo de Aerolíneas Argentinas de Lima a México Distrito Federal. Era también la primera vez que me subía a un avión.
No supe que había probado jamón serrano hasta cuando lo volví a probar ya viviendo en Europa, unos 15 años después. Lo supe porque cuando lo volví a probar reconocí el sabor y me produjo nauseas.
Cuando lo probé por primera vez estando dentro del avión sentí un sabor intenso, nuevo para mi paladar. Fue tan intenso que junto con la experiencia de estar por primera en un vuelo me comencé a marear. Sentí que se me bajó la presión y me ponía blanco. Tenía ganas de vomitar. Me sorprendía como en mis 11 años nunca había visto ese tipo de jamón. El mareo me duró hasta llegar al aeropuerto en el DF. Recuerdo todavía andar con el carrito con las maletas emocionado por haber llegado a otro país pero todavía mareado y con el sabor intenso a jamón.
Hasta ahora cuando como jamón serrano lo recuerdo como un sabor de la infancia.
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