miércoles, marzo 16, 2016

Ancón, Ancón...

Recientemente he hecho un viaje a Lima en el que la he pasado muy bien. Tanto que hasta se me ha metido la idea de regresar a vivir por unos años, no ahora pero de acá a un tiempo y por un tiempo fijo. Mi plan en realidad es sacar la nacionalidad inglesa, comprar un departamento en Berlín y mudarme a Lima un par de años para luego regresar a establecerme a Berlín. Es una fantasía, pero así se empieza.

En Lima la pasé muy bien con mis papás. Ya amigos casi no me quedan en Lima, pero me encontré con algunos amigos del barrio que no veía hace casi veinte años y con gente de mi trabajo también en el Ministerio de Educación. Aunque en realidad estuve prácticamente todo el tiempo con mis papas, en su casa y en una casa de playa que rentamos por unos días en Ancón. Sobre eso quiero contar.

Ancón no me trae recuerdos especiales. Pasé alguna vez un verano ahí pero ya prácticamente no lo recuerdo, era muy niño y los recuerdos son muy difusos. Más era la idea pasarla ahí porque mis papás tienen mejores recuerdos y porque no quedan cerca de Lima playas abiertas a todo el público, la mayoría entiendo son privadas, incluso playas como Punta Hermosa donde sí he pasado varios veranos en mi infancia.

Lima ha cambiado. Yo no visitaba hace varios años. Algunas cosas han mejorado, se ve menos gente pobre en la calle, hay menos racismo, se nota que hay más trabajo, también que hay una nueva clase emprendedora provinciana que se ha ganado un espacio en la ciudad y contribuye a la economía, me pareció curioso también que hay muy poca gente que fume, pero los contrastes todavía son brutales, el camino a Ancón parece salir de una ciudad relativamente moderna aunque con un tráfico espantoso, porque el tráfico ha empeorado en todo Lima, a una ciudad en la India donde sólo faltan vacas en la carretera. Se nota la pobreza extrema, los barrios marginales en los cerros, sin acceso a agua y desagüe, el contraste es extremo.

Llegando a Ancón el contraste es incluso peor. Luego de haber pasado por Puente Piedra, por barrios totalmente pobres, uno entra a una ciudad que parece de la costa azul francesa (ver foto). Un kilometro de edificios modernos, clubs y yates que recuerdan una época aristocrática que ya pasó. Porque ahora Ancón es una playa pública, abierta a toda la gente del pueblo. La gente del pueblo entonces está allí en la playa, la aprovecha, se bañan y divierten, como siempre debió ser. Y lo que parece haber pasado, con mi corta observación en los días que estuve allí, algo que me da escalofríos de sólo pensarlo, es que la gente propietaria de apartamentos allí ha preferido dejar sus pisos a mezclarse con el pueblo. No estoy seguro que sea el caso, pero de ser así, realmente impresiona, un caso para estudiar.

Los edificios en Ancón parecen abandonados. No había nada de gente. Sólo pude ver gente del pueblo. En los días que estuve allí habré visto a dos familias que parecía propietarias de pisos allí. El resto de apartamentos estaban totalmente vacíos y parecían hasta abandonados. Desde mi perspectiva, listitos para ser okupados. El club donde antes seguro se juntaba la aristocracia limeña ahora estaba vacío. Es una pena. No quiero decir que es sólo una muestra de racismo extremo, es también una muestra de que la gente de distintas clases sociales simplemente no parece poderse entender.

Lo que esta claro es que el valor de los pisos y los yates que parecen estar ahí abandonados parece ser suficiente para poner agua y desagua a toda la zona. A esas casas en los cerros cerca a Puente Piedra que viven en pobreza extrema. Yates de más de cien mil dolares sin usar cerca de familias en extrema pobreza es de esas contradicciones que es difícil de entender para alguien que no ha vivido en el Perú. Y para la gente que vive en el Perú se ha vuelto lamentablemente costumbre. Esta demás de decir que fue de las experiencias que más me impresionó estando en Lima.

No hay comentarios: