Zuckerfest (Fiesta del Azúcar)
El Jueves por la mañana me puse una camisa, un pantalón, agarré mi laptop, y me fui a la Universidad de Humboldt a encontrarme con mi supervisor y comenzar a trabajar/estudiar en la Universidad. Mi supervisor me presentó a la gente, me mostró mi lugar de trabajo, e inmediatamente me dijo que había un taller y si quería podía apuntarme, comenzaba en 10 minutos.
El tema del taller me interesaba, pero, primer problema, el taller no era parte de mi programa y por lo tanto era en alemán y no en inglés. La pregunta era entonces, me apunto o no me apunto. Pues como dice la Kitty “cancha y concha” y entonces me metí al taller. Entré un poco haciéndome el loco, como que conmigo no era, pero, segundo problema, los docentes que dirigían el taller pidieron que cada uno se presente, la clásica.
Sólo hace poco más de tres años casi me da ataque cuando en un taller en Quebec, Canadá, pidieron que cada uno se presente. En la mesa habían puros tiburones, yo era el más chibolo, y dudaba de mi inglés y supongo que de mucho más. Ahora, mi alemán es de hecho mucho más misio que lo que era mi inglés en esa época, pero apliqué “cancha y concha” y aunque me sentí un poco nerviosillo, me presenté incluso haciendo una broma. Dije que era mi primer día del doctorado y que a diferencia de los demás no tenía mucho que decir, que no me pregunten nada porque ni yo mismo sé que hago acá. Me reí y la gente también. Entonces comenzamos bien el taller.
El otro tema para mí era si entendería algo. Hasta ahora las únicas clases en alemán que había tenido era del idioma alemán, nunca de algo técnico, como era el caso de este taller. Pero, felizmente en un inicio me di con la sorpresa que entendía un montón. Me mataba de risa solo. Le decía a la chica que estaba a mi costado “no puedo creer que entiendo tanto!” , estaba super contento, y ella sonreía, sin saber lo que eso significaba para mí. Pasé 8 horas el jueves y el viernes en ese taller.
Al final tampoco fue tan fácil entenderlo, se me hizo pesado entender algunos conceptos, y tuve que agarrar a la misma chica de diccionario. Estaba aprendiendo alemán y una técnica nueva al mismo tiempo. Demasiada información y al final mi cabeza casi explota. Pero lo bueno es que, como se dice en alemán “es geht schon”, o sea, ya se puede.
Viernes y sábado por la noche no pasó mucho. El viernes sí en realidad. Salí con Percy y Thorsen. Nos encontramos en la esquina del movimiento, es decir, en el Koof im Kiez. Previamente había comprado unas chelas en el Plus, pues aunque ya hay más billete, sigo con las mismas costumbres, es decir, me rehuso a entrar a un bar y pagar más de 1 euro por una cerveza cuando las puedo comprar a 30 centavos. Entonces estuvimos por las calles vagando un rato, hasta el amanecer.
Pero el título de este blog se debe a hoy domingo. Es que por la tarde estuve celebrando el Eid ul-Fitr o Zuckerfest, como se le llama en alemán a la celebración islámica al final del Ramadán. Sucede que la colega de Dane es turca y hace unos días la llamó para decirnos que ella, su esposo, e hijos celebrarían el Zuckerfest en su casa y que estabamos invitados. A mi me daba mucha curiosidad y de hecho me apunté.
La casa queda en Friedrichshain, uno de los barrios más alternativos de Berlín. Por dentro tiene una buena pinta: velas, posters, fotos en la pared, libros, vinos, vida pues! Nosotros llegamos con unos dulces y un vino. Ellos habían preparado un montón de comida, como para un batallon, y es que habían invitado a un montón de gente. Ella es turca y él alemán. Entonces los invitados eramos bastante multicultis.
Al llegar nos ofrecieron un poco de perfume para las manos y la cara. Es una tradición turca. Yo me lo apliqué. El olor del perfume en mis manos me hizo recordar al olor de las manos de mi abuela. Luego tomamos vino, conversamos un rato, y nos ofrecieron comida. La comida buenaza. Pollo, cuscus, ensalada de papa, berenjena, goezleme (algo así como una quesadilla, a veces con espinaca), y pasteles de postre. Yo me empuje el pollo, el cuscus, y un goezleme, que por cierto me encantan (ver foto).
¿De qué trata el Zuckerfest? Es una celebración que marca el final de una etapa de recogimiento, que es el Ramadán. Esta fiesta religiosa se comparte con la familia y los amigos. En este día los musulmanes agradecen a Dios el haberles dado fuerza y control durante el Ramadán. Los niños reciben caramelos y chocolates como recompensa por no haber comido dulces durante el Ramadán. De allí el nombre de la celebración: fiesta del azúcar.
Claro, la celebración a la que fui no fue precisamente un modelo de esta tradición, porque bueno, estamos en Berlín, esta pareja ha crecido acá, y la familia de ellos no vive en la ciudad. De hecho algunos de los turcos que estaban allí son hijos de turcos que nacieron y crecieron acá y no hablan turco, sólo alemán. Para esto y para no confundir, para la ley alemana no basta con haber nacido acá para ser alemán, por eso ellos siguen siendo turcos a pesar de haber nacido acá.
Finalmente, una curiosidad. Ahora comentaban de un juego de cartas que me pareció super creativo. Cada carta tiene la foto de un Imbiss (como un puesto de comida) de comida turca en Berlín, la dirección del Imbiss, la distancia desde el Imbiss a Istambul, el número de hermanos que trabajan con el dueño (porque es clásico que los turcos trabajan con su familia), el número de mesas, etc. Tu carta compite con la del otro y dependiendo de qué tan cerca está tu Imbiss de Istambul, el número de hermanos que trabajan, y criterios por el estilo, entregas tu carta o te quedas con la del otro. Gana quien se queda con más cartas.
domingo, octubre 29, 2006
lunes, octubre 23, 2006
Wintergreen
Regresé ayer de Wintergreen, USA. Esto está en el estado de Virginia a una hora de Charlottesville, donde está la Universidad de Virginia. Estuve una semana por allá en un seminario que es parte de mi doctorado junto con gente de Berlín, la Universidad de Vigninia, y la Universidad de Michigan. Así es como ha comenzado mi doctorado, con este seminario. Entonces, luego de estar poco más de año y medio fuera de las canchas, el sábado pasado volví a la academia.
Salí tempranito el sábado pasado con dirección al aeropuerto Tegel con mi mochila y mi laptop. De hecho emocionado por comenzar finalmente el doctorado, luego de un período largo sin trabajo estable, haciendo de todo un poco, viviendo mi rebeldía, en la bohemia, y en muchas casas. Los últimos par de meses fueron desesperantes, contaba las horas para comenzar a tener una vida más estable y finalmente llegó.
La semana anterior a mi viaje estuve haciendo unas comprillas. Ante la inseguridad de volver a un ambiente académico luego de tanto tiempo, al menos había que vestirse bien. Es que cuando uno se siente seguro de su tema llega al seminario como a su casa, con polo, zapatillas, sin usar el membrete que identifica a cada uno de los participantes. Total, si me hacen una pregunta los deslumbro a todos. Pero en mi caso era lo contrario. Entonces, como nunca, me preparé como para ir a una boda.
Compré zapatos, camisas, pantalones. Como tengo todo el tiempo del mundo y viajo en metro gratis por estar en la universidad (qué viva el socialismo!) anduve por media ciudad en tiendas de segunda mano escogiendo prendas de vestir. Encontré camisas por 3 euros, unas zapatillas por 2 euros, y un par de pantalones de marca que me quedaban un poco grandes pero les mande a hacer la basta. Los zapatos fue lo único que me compré nuevos, claro, de oferta. Estuve todos los días saliendo a ver ropa, hasta un día antes de viajar. Entonces viajé como un campeón y aunque participé poco en el seminario fui de los mejores vestidos, que al final es lo más importante.
El viaje comenzó con contratiempos. En Washington perdí mi conexión para Charlottesville. Tenía hora y media para tomar mi vuelo pero el control en aduanas fue un caos total, en verdad pues que la seguridad en los aeropuertos gringos es todo un show, la paranoia. Muchísima gente perdió su conexión. Algunos tenían sólo 30 min para el siguiente vuelo e imposible pues. Yo pensé que tenía tiempo suficiente pero no. En lo que haces una cola larguísima, luego te quitan los zapatos, te toman la foto, y te toquetean se te va todo el tiempo.
Mi hipótesis es que todo es una conspiración de la industria de pasta de dientes. En los controles a uno le quitan la pasta de diente, luego uno vuelve a comprar otra, y te la vuelven a quitar. Escuchaba varias personas que decían molestas “pero si me acabo de comprar esta pasta de dientes porque la otra me la quitaron en el otro aeropuerto” e igual se las quitaban. Entonces son los únicos que salen ganando, todos los demás perdemos: el aeropuerto, las aerolíneas, los pasajeros.
A pesar de todo, a mí no me fue tan mal porque puede tomar otro vuelo un par de horas más tarde. El resto de gente que viajaba conmigo para el seminario, que en ese momento no sabía que estaban conmigo porque no los conocía, perdieron su vuelo, tuvieron que pasar la noche en Washington y volar al día siguiente, algunos por la mañana y otros por la tarde. Incluso algunos viajaron por tierra porque no encontraban vuelo.
Yo tuve la suerte de que la chica encargada de atender a los pasajeros que perdimos nuestra conexión era de Torreón, México, lugar donde he vivido. Entonces nos pusimos a conversar, nos hicimos un poco colegas, y al final hizo una jugada para que yo pueda viajar. A pesar que el avión de la noche ya no tenía sitios y había una lista de espera como de 16 personas, yo fui el único que viajé. Me dijo “corre, corre, llega a la sala, diles que te mando yo, ellos ya saben, te van a dejar entrar”. Entonces, fui corriendo, cosa que odio de los aeropuertos, uno siempre por alguna razón tiene que correr, llegué y pasé.
Debo decir también que mientras la mayoría de gente estaba molestísima por perder su conexión (casi se arman un par de broncas entre amigos que viajaban juntos!, ni siquiera desconocidos), a mi me daba totalmente igual, no me interesaba en lo más mínimo, pasar más horas en el aeropuerto o la noche ahí. No sé, de por sí se me hacía raro estar viajando a los states luego de haber estado tan misio. La gente, en cambio, estaba puteando en la cola de quejas. Yo me compré mi sanguche, me puse a conversar con la mexicana sobre la comarca lagunera y las nieves de Lerdo. Y felizmente, me hizo un paro pues.
Luego llegando a Charlottesville me recogieron y me llevaron al Wintergreen Resort, a una hora de la ciudad. El hotel es como una pequeña ciudad, con restaurantes, campo de golf, caminos para esquiar, y vías para caminar. No hay habitaciones sino pequeñas casas en medio de un bosque donde el paisaje otoñal es especialmente alucinante (ver foto). Mi estadía ahí fue el engreimiento total. Tenía una casa de dos pisos, con un balcón con una vista impresionante, sala, dos habitaciones para dormir, cocina, chimenea, dos televisores, dos teléfonos. Todo para mí solo. Luego los desayunos, almuerzos, comidas, todo pagado en el restaurant que quisieramos. Y cada día luego del seminario vinos y los tragos que queríamos.
Para mí, que en Berlín recojo botellas en la calle o me acerco a las mesas en el morgenrot como si fuera mozo y les pregunto si me puedo llevar las botellas para luego sacar algo con el depósito, limpio casas, pateo cajeros automáticos porque no les puedo sacar más plata, me voy a las iglesias, a caritas, y con 10 euros tengo que comer una semana (se puede!!), era pues todo un shock. De pronto comenzó mi primer pago de la beca un día antes del viaje y me engríen de esta manera en Wintergreen. La locura.
Algunos de los que han seguido este proceso conmigo, todo lo que pasé por acá (incluyendo la deportación y luego regresar) celebrán que comience esta nueva etapa. Pero no falta, como siempre, quien me haya dicho que soy una persona con mucha suerte o que debería agradecerle mucho a Dios. Como si a uno le cayeran regalos del cielo. También una peruana que vive en Berlín en su intento por compararse conmigo y para evitar complicaciones terminó diciéndome y a su novio que entonces yo no era peruano. Sí, sí, Dios, suerte, y no soy peruano, claro, my ass!! Incluso alguna vez he tenido que decir ante estas explicaciones “si, bueno, pero también un poco de esfuerzo, no crees?”.
En fin. No reniego más. El grupo de Berlín, salvo yo, llegó al siguiente día. Todos molestísimos por tener que pasar la noche en Washington y por como fueron tratados en el aeropuerto. Por otro lado, encontraron la excusa perfecta para expresar su odio a los Estados Unidos. Y es que los berlineses pues ven a los americanos como un grupo de salvajes ignorantes. Entonces hubo un poco de mala vibra desde el principio. Durante las comidas los europeos se sentaban en una mesa y los americanos en otra. Las pocas veces que hubo contacto entre los dos grupos por ahí salió el sarcasmo de los alemanes sobre USA. Los americanos ni se enteraban, mejor seguían hablando de Seinfield.
Conocí a mucha gente y especialmente a ninguno. Yo soy de los que me suelo pegar con una persona pero esta vez hablé con casi todos o todos un poco. Por momentos en el seminario me aburrí porque hablaban de temas que no son los míos. En realidad creo que sólo dos presentaciones tuvieron que ver con lo que yo hago. Tampoco tenía muchas ganas de asistir a las celebraciones cada día post-seminario. Entonces luego del seminario me atiborraba de shows norteamericanos: Seinfield, Family Guy, King of the Hill, Friends, Will and Grace, Fraiser.
Tanto los shows como las conversas con los americanos me recordaron unas cuantas cosas sobre esta cultura que se expresan en las siguientes expresiones: Oh oh, sorry, my mistake; we are dating; he didn’t return my calls; its up to you; did he give you his phone number?; I’m so glad to know that you are doing well; I’m so happy for you (con sonrisa fingida). Por cierto, algo parecido a esta última le dije a un berlinés en una casa okupa cuando recién llegaba de Canadá, con estas malas costumbres, y ante mi politiquería me contesto “bla, bla, bla…fuck you man!!”. Ja, ja, bienvenido a Berlín. Pero bueno, estas son algunas de las expresiones que siempre me han llamado la atención, por su connotación y lo mucho que dicen sobre esta sociedad. No las pretendo explicar porque me extendería demasiado, por ejemplo con el up to you y my mistake, pasu, pero creo que los que conocen de cerca esta sociedad saben a lo que me refiero.
Los últimos días en Wintergreen no veía la hora de regresar a Berlín a comenzar a hacer mis cosas. Ayer regresé con el grupo de berlinesas. Conversando tranquis en el camino. La misma gente que viajamos juntos a USA pero ahora sí nos conocíamos. Dane me recogió del aeropuerto, de ahí a dormir un par de horas en la casa y por la noche fiesta con Dane, Nico, Siba y otra gentilla. Contento de estar de vuelta y ahora sí de vuelta al cole.
Regresé ayer de Wintergreen, USA. Esto está en el estado de Virginia a una hora de Charlottesville, donde está la Universidad de Virginia. Estuve una semana por allá en un seminario que es parte de mi doctorado junto con gente de Berlín, la Universidad de Vigninia, y la Universidad de Michigan. Así es como ha comenzado mi doctorado, con este seminario. Entonces, luego de estar poco más de año y medio fuera de las canchas, el sábado pasado volví a la academia.
Salí tempranito el sábado pasado con dirección al aeropuerto Tegel con mi mochila y mi laptop. De hecho emocionado por comenzar finalmente el doctorado, luego de un período largo sin trabajo estable, haciendo de todo un poco, viviendo mi rebeldía, en la bohemia, y en muchas casas. Los últimos par de meses fueron desesperantes, contaba las horas para comenzar a tener una vida más estable y finalmente llegó.
La semana anterior a mi viaje estuve haciendo unas comprillas. Ante la inseguridad de volver a un ambiente académico luego de tanto tiempo, al menos había que vestirse bien. Es que cuando uno se siente seguro de su tema llega al seminario como a su casa, con polo, zapatillas, sin usar el membrete que identifica a cada uno de los participantes. Total, si me hacen una pregunta los deslumbro a todos. Pero en mi caso era lo contrario. Entonces, como nunca, me preparé como para ir a una boda.
Compré zapatos, camisas, pantalones. Como tengo todo el tiempo del mundo y viajo en metro gratis por estar en la universidad (qué viva el socialismo!) anduve por media ciudad en tiendas de segunda mano escogiendo prendas de vestir. Encontré camisas por 3 euros, unas zapatillas por 2 euros, y un par de pantalones de marca que me quedaban un poco grandes pero les mande a hacer la basta. Los zapatos fue lo único que me compré nuevos, claro, de oferta. Estuve todos los días saliendo a ver ropa, hasta un día antes de viajar. Entonces viajé como un campeón y aunque participé poco en el seminario fui de los mejores vestidos, que al final es lo más importante.
El viaje comenzó con contratiempos. En Washington perdí mi conexión para Charlottesville. Tenía hora y media para tomar mi vuelo pero el control en aduanas fue un caos total, en verdad pues que la seguridad en los aeropuertos gringos es todo un show, la paranoia. Muchísima gente perdió su conexión. Algunos tenían sólo 30 min para el siguiente vuelo e imposible pues. Yo pensé que tenía tiempo suficiente pero no. En lo que haces una cola larguísima, luego te quitan los zapatos, te toman la foto, y te toquetean se te va todo el tiempo.
Mi hipótesis es que todo es una conspiración de la industria de pasta de dientes. En los controles a uno le quitan la pasta de diente, luego uno vuelve a comprar otra, y te la vuelven a quitar. Escuchaba varias personas que decían molestas “pero si me acabo de comprar esta pasta de dientes porque la otra me la quitaron en el otro aeropuerto” e igual se las quitaban. Entonces son los únicos que salen ganando, todos los demás perdemos: el aeropuerto, las aerolíneas, los pasajeros.
A pesar de todo, a mí no me fue tan mal porque puede tomar otro vuelo un par de horas más tarde. El resto de gente que viajaba conmigo para el seminario, que en ese momento no sabía que estaban conmigo porque no los conocía, perdieron su vuelo, tuvieron que pasar la noche en Washington y volar al día siguiente, algunos por la mañana y otros por la tarde. Incluso algunos viajaron por tierra porque no encontraban vuelo.
Yo tuve la suerte de que la chica encargada de atender a los pasajeros que perdimos nuestra conexión era de Torreón, México, lugar donde he vivido. Entonces nos pusimos a conversar, nos hicimos un poco colegas, y al final hizo una jugada para que yo pueda viajar. A pesar que el avión de la noche ya no tenía sitios y había una lista de espera como de 16 personas, yo fui el único que viajé. Me dijo “corre, corre, llega a la sala, diles que te mando yo, ellos ya saben, te van a dejar entrar”. Entonces, fui corriendo, cosa que odio de los aeropuertos, uno siempre por alguna razón tiene que correr, llegué y pasé.
Debo decir también que mientras la mayoría de gente estaba molestísima por perder su conexión (casi se arman un par de broncas entre amigos que viajaban juntos!, ni siquiera desconocidos), a mi me daba totalmente igual, no me interesaba en lo más mínimo, pasar más horas en el aeropuerto o la noche ahí. No sé, de por sí se me hacía raro estar viajando a los states luego de haber estado tan misio. La gente, en cambio, estaba puteando en la cola de quejas. Yo me compré mi sanguche, me puse a conversar con la mexicana sobre la comarca lagunera y las nieves de Lerdo. Y felizmente, me hizo un paro pues.
Luego llegando a Charlottesville me recogieron y me llevaron al Wintergreen Resort, a una hora de la ciudad. El hotel es como una pequeña ciudad, con restaurantes, campo de golf, caminos para esquiar, y vías para caminar. No hay habitaciones sino pequeñas casas en medio de un bosque donde el paisaje otoñal es especialmente alucinante (ver foto). Mi estadía ahí fue el engreimiento total. Tenía una casa de dos pisos, con un balcón con una vista impresionante, sala, dos habitaciones para dormir, cocina, chimenea, dos televisores, dos teléfonos. Todo para mí solo. Luego los desayunos, almuerzos, comidas, todo pagado en el restaurant que quisieramos. Y cada día luego del seminario vinos y los tragos que queríamos.
Para mí, que en Berlín recojo botellas en la calle o me acerco a las mesas en el morgenrot como si fuera mozo y les pregunto si me puedo llevar las botellas para luego sacar algo con el depósito, limpio casas, pateo cajeros automáticos porque no les puedo sacar más plata, me voy a las iglesias, a caritas, y con 10 euros tengo que comer una semana (se puede!!), era pues todo un shock. De pronto comenzó mi primer pago de la beca un día antes del viaje y me engríen de esta manera en Wintergreen. La locura.
Algunos de los que han seguido este proceso conmigo, todo lo que pasé por acá (incluyendo la deportación y luego regresar) celebrán que comience esta nueva etapa. Pero no falta, como siempre, quien me haya dicho que soy una persona con mucha suerte o que debería agradecerle mucho a Dios. Como si a uno le cayeran regalos del cielo. También una peruana que vive en Berlín en su intento por compararse conmigo y para evitar complicaciones terminó diciéndome y a su novio que entonces yo no era peruano. Sí, sí, Dios, suerte, y no soy peruano, claro, my ass!! Incluso alguna vez he tenido que decir ante estas explicaciones “si, bueno, pero también un poco de esfuerzo, no crees?”.
En fin. No reniego más. El grupo de Berlín, salvo yo, llegó al siguiente día. Todos molestísimos por tener que pasar la noche en Washington y por como fueron tratados en el aeropuerto. Por otro lado, encontraron la excusa perfecta para expresar su odio a los Estados Unidos. Y es que los berlineses pues ven a los americanos como un grupo de salvajes ignorantes. Entonces hubo un poco de mala vibra desde el principio. Durante las comidas los europeos se sentaban en una mesa y los americanos en otra. Las pocas veces que hubo contacto entre los dos grupos por ahí salió el sarcasmo de los alemanes sobre USA. Los americanos ni se enteraban, mejor seguían hablando de Seinfield.
Conocí a mucha gente y especialmente a ninguno. Yo soy de los que me suelo pegar con una persona pero esta vez hablé con casi todos o todos un poco. Por momentos en el seminario me aburrí porque hablaban de temas que no son los míos. En realidad creo que sólo dos presentaciones tuvieron que ver con lo que yo hago. Tampoco tenía muchas ganas de asistir a las celebraciones cada día post-seminario. Entonces luego del seminario me atiborraba de shows norteamericanos: Seinfield, Family Guy, King of the Hill, Friends, Will and Grace, Fraiser.
Tanto los shows como las conversas con los americanos me recordaron unas cuantas cosas sobre esta cultura que se expresan en las siguientes expresiones: Oh oh, sorry, my mistake; we are dating; he didn’t return my calls; its up to you; did he give you his phone number?; I’m so glad to know that you are doing well; I’m so happy for you (con sonrisa fingida). Por cierto, algo parecido a esta última le dije a un berlinés en una casa okupa cuando recién llegaba de Canadá, con estas malas costumbres, y ante mi politiquería me contesto “bla, bla, bla…fuck you man!!”. Ja, ja, bienvenido a Berlín. Pero bueno, estas son algunas de las expresiones que siempre me han llamado la atención, por su connotación y lo mucho que dicen sobre esta sociedad. No las pretendo explicar porque me extendería demasiado, por ejemplo con el up to you y my mistake, pasu, pero creo que los que conocen de cerca esta sociedad saben a lo que me refiero.
Los últimos días en Wintergreen no veía la hora de regresar a Berlín a comenzar a hacer mis cosas. Ayer regresé con el grupo de berlinesas. Conversando tranquis en el camino. La misma gente que viajamos juntos a USA pero ahora sí nos conocíamos. Dane me recogió del aeropuerto, de ahí a dormir un par de horas en la casa y por la noche fiesta con Dane, Nico, Siba y otra gentilla. Contento de estar de vuelta y ahora sí de vuelta al cole.
miércoles, octubre 11, 2006
lunes, octubre 09, 2006
Museo Judío
Hace un par de días estuve en el Museo Judío. Sucede que conocí en un bar a un tipo que trabaja en el museo y me dijo que podía entrar gratis, entonces, como hace tiempo que quería conocer este museo, aproveché la oportunidad. El museo es uno de los atractivos turísticos más importantes de Berlín. A continuación una descripción sobre lo que puede ver allí.
La exhibición permanente del Museo Judío en Berlín no sólo atraviesa el holocausto, sino que hace un recorrido a través de la historia del pueblo judío alemán desde la Edad Media hasta la actualidad. Comienza con la primera evidencia de presencia judía en Colonia en el año 321 y llega hasta el exterminio de 6 millones de judíos en Europa durante el régimen Nazi. Más alla de la exhibición en sí misma, vale la pena referirse sólo a la arquitectura del museo.
El edificio del Museo Judío es una obra del arquitecto Daniel Libeskind, el mismo que ganó en el 2003 la competencia para la construcción de un proyecto de gran importancia: el World Trade Center Ground Zero Site en Nueva York. El arquitecto judío polaco, que ha vivido 13 años en Berlín, es conocido por introducir un discurso crítico y multidisciplinario en la arquitectura. En su trabajo busca promover la paz y por ello ha recibido numerosas distinciones.
La arquitectura del Museo Judío es una obra de arte que cuenta por sí sola la historia de los judíos en Alemania. De hecho, dicen que antes que abriera sus puertas en el 2001, en un paseo por el museo vacío la gente ya podía imaginar las exhibiciones que presentarían en las salas. Por ejemplo, el Jardín del Exilio y la Emigración consiste de 49 pilares, 48 hacen referencia a la fundación del estado de Israel en 1948 y 1 a Berlín. Con este jardín Daniel Libeskind quiere hacernos sentir la confusión por la que pasa uno en el exilio. Asimismo, la Torre del Holocausto (ver foto) es un área en memoria a las víctimas del período Nazi representada por un espacio completamente vacío. Se encuentra al final de un pasillo detrás de una puerta de metal. Dentro el clima es frio, uno está rodeado de concreto, y hay una pequeña luz en la parte superior durante el día.
Por arriba la figura del Museo Judío se asemeja a un rayo. Posiblemente representa una estrella de David extendida, aunque también hay otras interpretaciones. Llama la atención que el edificio principal del museo no tiene ningún tipo de acceso desde la calle. La entrada se realiza desde un edificio adyacente, el Museo de Historia Alemana, a través de una escalera y un túnel que atraviesa este museo. Esto es un símbolo de que la historia alemana y judía es inseparable, violenta, y secreta.
En cuanto a la exhibición, primero presenta la historia de tres comunidades judías en la Edad Media: Speyer, Worms, y Mainz. Estos pueblos fueron centros de apogeo cultural en Europa Occidental. Allí convivieron judíos y cristianos en paz hasta el inicio de las cruzadas. Este pasaje de la historia es mostrado en un video tridimensional. El museo también exhibe cómo judíos fueron perseguidos y asesinados durante las cruzadas y la época de la peste en Europa. En el último caso porque se decía que ellos habían puesto veneno en los pozos de agua y de allí había surgido la peste.
Luego, el museo presenta la historia de los judíos en el sur y oeste de Alemania durante el siglo 15 y 16. En este período se volvieron comerciantes. Acá es cuando su posición comienza a ser envidiada y estar bajo permanente amenaza. Los judíos vivieron siempre en Alemania con muchas restricciones. Sólo en 1871 pasan a ser ciudadanos con iguales derechos. Pero, las restricciones a los judíos se eliminaron por poco tiempo. 60 años más tarde los Nazis abolieron la igualdad de derechos para judíos alemanes y dirigieron el exterminio y la persecución del pueblo judío en Europa. 6 millones de judíos murieron y casi la mitad de la población judía en Alemania emigró antes de la prohibición de la emigración judía en 1941.
El Museo Judío además cuenta con algunos registros de la vida cotidiana de los judíos en Berlín desde principios del siglo 20. Por ejemplo, videos caseros en que las familias judías van juntas a los lagos a tomar el sol y bañarse. Los niños pelándose, las mamás gordas cocinando con ropas de baño antiquísimas y graciosísimas. Recetas de cocina judía que hasta ahora se pueden encontrar en algunos restaurantes “kosher” en Berlín. Este tipo de recetas tienen sus reglas, por ejemplo, no es posible juntar leche con carne. Luego esta la sección de los hábitos sexuales judíos. Acá exhiben consoladores de la época, que estéticamente no son nada sexys, fotos de la comunidad gay judía, y de trasvestis judíos.
Hace un par de días estuve en el Museo Judío. Sucede que conocí en un bar a un tipo que trabaja en el museo y me dijo que podía entrar gratis, entonces, como hace tiempo que quería conocer este museo, aproveché la oportunidad. El museo es uno de los atractivos turísticos más importantes de Berlín. A continuación una descripción sobre lo que puede ver allí.
La exhibición permanente del Museo Judío en Berlín no sólo atraviesa el holocausto, sino que hace un recorrido a través de la historia del pueblo judío alemán desde la Edad Media hasta la actualidad. Comienza con la primera evidencia de presencia judía en Colonia en el año 321 y llega hasta el exterminio de 6 millones de judíos en Europa durante el régimen Nazi. Más alla de la exhibición en sí misma, vale la pena referirse sólo a la arquitectura del museo.
El edificio del Museo Judío es una obra del arquitecto Daniel Libeskind, el mismo que ganó en el 2003 la competencia para la construcción de un proyecto de gran importancia: el World Trade Center Ground Zero Site en Nueva York. El arquitecto judío polaco, que ha vivido 13 años en Berlín, es conocido por introducir un discurso crítico y multidisciplinario en la arquitectura. En su trabajo busca promover la paz y por ello ha recibido numerosas distinciones.
La arquitectura del Museo Judío es una obra de arte que cuenta por sí sola la historia de los judíos en Alemania. De hecho, dicen que antes que abriera sus puertas en el 2001, en un paseo por el museo vacío la gente ya podía imaginar las exhibiciones que presentarían en las salas. Por ejemplo, el Jardín del Exilio y la Emigración consiste de 49 pilares, 48 hacen referencia a la fundación del estado de Israel en 1948 y 1 a Berlín. Con este jardín Daniel Libeskind quiere hacernos sentir la confusión por la que pasa uno en el exilio. Asimismo, la Torre del Holocausto (ver foto) es un área en memoria a las víctimas del período Nazi representada por un espacio completamente vacío. Se encuentra al final de un pasillo detrás de una puerta de metal. Dentro el clima es frio, uno está rodeado de concreto, y hay una pequeña luz en la parte superior durante el día.
Por arriba la figura del Museo Judío se asemeja a un rayo. Posiblemente representa una estrella de David extendida, aunque también hay otras interpretaciones. Llama la atención que el edificio principal del museo no tiene ningún tipo de acceso desde la calle. La entrada se realiza desde un edificio adyacente, el Museo de Historia Alemana, a través de una escalera y un túnel que atraviesa este museo. Esto es un símbolo de que la historia alemana y judía es inseparable, violenta, y secreta.
En cuanto a la exhibición, primero presenta la historia de tres comunidades judías en la Edad Media: Speyer, Worms, y Mainz. Estos pueblos fueron centros de apogeo cultural en Europa Occidental. Allí convivieron judíos y cristianos en paz hasta el inicio de las cruzadas. Este pasaje de la historia es mostrado en un video tridimensional. El museo también exhibe cómo judíos fueron perseguidos y asesinados durante las cruzadas y la época de la peste en Europa. En el último caso porque se decía que ellos habían puesto veneno en los pozos de agua y de allí había surgido la peste.
Luego, el museo presenta la historia de los judíos en el sur y oeste de Alemania durante el siglo 15 y 16. En este período se volvieron comerciantes. Acá es cuando su posición comienza a ser envidiada y estar bajo permanente amenaza. Los judíos vivieron siempre en Alemania con muchas restricciones. Sólo en 1871 pasan a ser ciudadanos con iguales derechos. Pero, las restricciones a los judíos se eliminaron por poco tiempo. 60 años más tarde los Nazis abolieron la igualdad de derechos para judíos alemanes y dirigieron el exterminio y la persecución del pueblo judío en Europa. 6 millones de judíos murieron y casi la mitad de la población judía en Alemania emigró antes de la prohibición de la emigración judía en 1941.
El Museo Judío además cuenta con algunos registros de la vida cotidiana de los judíos en Berlín desde principios del siglo 20. Por ejemplo, videos caseros en que las familias judías van juntas a los lagos a tomar el sol y bañarse. Los niños pelándose, las mamás gordas cocinando con ropas de baño antiquísimas y graciosísimas. Recetas de cocina judía que hasta ahora se pueden encontrar en algunos restaurantes “kosher” en Berlín. Este tipo de recetas tienen sus reglas, por ejemplo, no es posible juntar leche con carne. Luego esta la sección de los hábitos sexuales judíos. Acá exhiben consoladores de la época, que estéticamente no son nada sexys, fotos de la comunidad gay judía, y de trasvestis judíos.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)