martes, mayo 27, 2008

Ladilla de aeropuertos

Ultimamente se me ha dado por joder a los de migración en el aeropuerto. Será porque me cansé que ellos me hayan agarrado de lorna y me sigan discriminando desde que comencé a viajar.

Primero fue en un aeropuerto en Canadá. Viajaba a Estados Unidos. Era un aeropuerto pequeño. No había casi gente. La chica que esperaba en migración se le veía aburridisíma, como que no mucha gente pasaba por ahí. Desde lejos ya la había visto esperándome y se le notaba risueña. Era bastante joven, estaría en el principio de los 20s.

- Dígame. Trae consigo bombas o alguna forma de explosivos - me dijo, con una sonrisa pícara.

La pregunta era ciertamente risible, pero aparentemente parte del protocolo. Tal vez en Washington o Nueva York uno puede tomar una pregunta así con algo de seriedad. Pero estabamos en un pueblito canadiense y en un aeropuerto casi desierto. En estos lugares la vida es relativamente sana. No pasa mucho, la gente es paz y amor.

Podía imaginarme las conversaciones de la chica con sus amigos en el bar de la única calle con vida nocturna del pueblo. No eran precisamente sobre bombas humanas y el riesgo de atentados terroristas provenientes de Irán. Imagino, por eso, que para ella misma plantear una pregunta así a cada uno de los escasos pasajeros debía ser una tarea, por decir lo menos, extavagante. Por eso la sonrisa en su expresión al realizar la pregunta.

Yo traté de ocultar mi risa.

- Bueno, sólo un par de bombas y unas cuantas dinamitas - le contesté, con una seriedad absoluta. No lo pensé mucho. De hecho me salió casi automáticamente. Fue lo único que atiné a responder frente a tan provocadora pregunta.

Inmediatamente después me di cuenta que estaba frente a migraciones de Estados Unidos. Aparentemente Canadá tiene un convenio con Estados Unidos para que el control migratorio para los que viajan a Estados Unidos se haga en Canadá. Así seguro se ahorran costos.

Entonces, las consecuencias de mi respuesta podían ser graves. La chica cambió repentinamente su expresión. De la sonrisa risueña pasó a una seriedad sepulcral.

- Haré como que no te he escuchado. Lo que me has dicho te podría causar muchos problemas.

Se le notaba ofuscada. Como que no sabía si seguir el protocolo o el sentido común. Aproveché para aclarar las cosas.

- No mira. Ha sido una broma. Por su puesto que no es así. Sólo que fíjate lo que me estás preguntandome también. Es como una provocación. Lo siento, pero no me pude resistir.

- Por esta vez, haré como que no me has dicho nada. Pero este tipo de bromas son inaceptables.

Felizmente no pasó a mayores. Me dejó pasar e incluso nos despedimos con una sonrisa.

La segunda vez fue hoy por la mañana, a mi llegada a Berlín.

A la salida del aeropuerto Tegel en Berlín hay dos policías que hacen control de pasaporte y visas. El problema es que no controlan a todos. La gente de tez blanca y rubia pasa como en su casa. Detienen casi exclusivamente a los de tez más morena. Ya me he parado varias veces a ver como seleccionan basándose en la raza.

Por supuesto, así ellos se ahorran tiempo y dinero. Y seguro no pierden mucho en efectividad. Pero para uno que acaba de recoger sus maletas, viene de un largo viaje, y sale a la ciudad donde vive no le cae mucho en gracia que el control sea discriminatorio, a dedo. A mí particularmente me recuerda a algunas discotecas limeñas a las que no me dejaban entrar. Entonces me parece que o controlan a todos o a ninguno. Varias veces había pensado en decírselos, pero sólo hoy me atreví.

- Hágase a un lado. Pasaporte por favor -me dijo uno de los dos policías. Haciéndome a un lado para comenzar el control.

Mientras, a mi lado pasaban varios viajeros sin ser controlados. Yo era el único al que habían parado. Los demás pasaban sin que se les pregunte nada. La diferencia era obviamente la raza. Esto no era nada nuevo.

- Qué interesante la manera como controlan ustedes -le dije. Preparándome para decirle algo más. Pero él me interrumpió.

- Es usted ciudadano canadiense?.

La pregunta surgió porque llevaba puesto un polo con la bandera de Canadá. Un regalo de unos amigos canadienses en mi despedida de ese país.

Le contesté que no y por ende, no se pudo ahorrar el control. Le entregué mi pasaporte y seguí.

- Oiga, pero mientras me controla a mí se le está pasando toda esta gente - le dije sarcásticamente.

Hacía referencia a todos los que pasaban por mi lado sin ser controlados. Era obvio que no estaba interesado en controlarlos. Pero, no me contestó. Siguió revisando mi pasaporte.

- Dígame, aquí el control siempre es así?

- Cómo "así"?

- Es decir, racial. La selección es obviamente racial pues - le increpé.

La expresión le cambió abruptamente. El color de la cara también. Le comenzó a subir la sangre.

- Este es mi trabajo señor -me dijo. Sin poder ocultar su molestía ante mi comentario.

Su respuesta tampoco era nueva. Es la respuesta fácil y clásica para evitar una pregunta incómoda.

- Claro, por eso mismo le pregunto. Como usted es el responsable, tal vez me puede informar. Es sólo una curiosidad.

- Gracias por recordarme cuales son mis responsabilidades - su rostro ya estaba rojo y su tono de voz era alto. Estaba muy molesto.

- Cuál es su destino final?

- Berlín. Acá vivo - le contesté.

- Ah acá vive - dijo sorprendido y como sintiéndose burlado. Seguro preguntándose por qué no habíamos hablado alemán desde un comienzo.

- Entonces podemos hablar alemán - agregó en su idioma.

Hasta ese entonces habíamos estado hablando inglés, idioma que él hablaba con bastante dificultad. Me dirigí a él en inglés porque regreso de Estados Unidos y es el idioma que tengo en la cabeza, pero principalmente porque no me gusta hacerle las cosas fáciles a los de migración. Ellos nunca me las han hecho a mí.

- Habla usted alemán? - me preguntó.

Le contesté en alemán que sí y seguimos hablando en su idioma.

El estaba ahora rojo como un tomate.

- Mire. Deben controlar a todos o a ninguno. Pero que hagan este tipo de control racial se ve muy mal.

- Gracias por recordarme mi trabajo pero su comentario es inecesario, ok? - dijo muy molesto.

- No se moleste - le dije sonriendo. Pensando además que algo tenía que estar mal para que se moleste tanto.

De pronto me di cuenta que teníamos espectadores atrás. Un grupito de gente. Entre ellos, algunos de los estudiantes de mi programa, que no sé que pensarán de mí.

- No lo molesto más. Sólo quería aclarar esto. Si estuviese en mi lugar, tal vez me entendería - le dije finalmente.

El me entregó mi pasaporte y me fui.

- Adios -dijo en español cuando yo ya había pasado.

Me sentí satisfecho luego del incidente. Luego se acercaron algunos a preguntarme que había pasado. No les di explicaciones, les dije que nada, una tontería.

Voy a repetir la fórmula siempre que pueda. Pienso que muchos de los que trabajan en estos puestos no se han enterado lo que hacen o prefieren no pensar en ello. Esta forma pacífica y divertida de protesta es un recordatorio.

Foto: http://www.cartoonstock.com/.

4 comentarios:

Carles González León dijo...

Bueno tio, a parte de darte la bienvenida, felicitarte por lo que has dicho.

Me gustaría ser como tu en esos momentos en los que no deberíamos callar, y más, en temas como estos.

Un saludo.

Carlos.

eldani dijo...

maestro, gracias por el comentario. nos vemos pronto.

Anónimo dijo...

Un deleite de lectura. Me encantó imaginarme la cara del tombo rojo como un tomate. Qué bien que lo hayas hecho; con claridad y simpleza.
Pepe

eldani dijo...

si pepe, la cara se le puso como un tomate. estaba realmente furioso. me sorprendio.