sábado, octubre 23, 2010
miércoles, octubre 20, 2010
Regresé ayer de Sicilia. Por mucho tiempo soñe con ese viaje. Al final no resultó ser tan impresionante como esperaba. Por eso mejor hablar del viaje que hice a Budapest hace poco. Qué importa el título de la entrada. Tal vez también hable del viaje a Colonia.
Budapest estuvo increíble. Llegando rente una bici y anduve en bici por toda la ciudad los días que me quedé, cuatro me parece. Estuve en el lado de Pest, la parte este de la ciudad, que es donde pasan más cosas. La ciudad de Budapest esta separada en Buda, el lado oeste, y Pest, el lado este, por el río Danubio. El paso de un lado al otro por el Puente de las Cadenas da una vista alucinante al castillo por el lado de Buda (ver foto arriba). Por el lado de Pest también es espectacular la vista del parlamento (ver foto más abajo).
La primera noche me fui a un bar medio alterno, el bar Szimpla Kert, que quedaba a un paso de mi hotel. Mi hotel, por cierto, me encantó. Un edificio antiquísimo con muchísimos departamentos. De bienvenida por la noche me esperaban dos putas en la reja para entrar al edificio. Yo no estaba seguro si estaba realmente en el lugar indicado. Pero sí, allí era. Me explicaron que había que tocar un timbre y luego me abrían. El edificio era gigantesco y en su mayoría de viviendas. También habían unos pocos lugares comerciales y de servicios, entre ellos mi hotelito, que era en realidad un departamento grande que lo habían acondicionado para alojar gente en unas tres habitaciones calculo.
Bueno, el bar me encantó. Resulta que el dueño tiene también un bar en Berlín con el mismo concepto. Pasan pelís antiguas, luego tienen varios objetos de la época comunista, clásico bar medio alterno. Para esto, viajé solo y pase bastante rato solo en Budapest, aunque también conocí a una húngara y un argentino, con quienes salí a conocer el castillo y de fiesta por la noche. Estuve también en la Casa de la Opera de Budapest, fui bien al terno, me lo habían recomendado mucho y compré mi boleto con anticipación para El Caballero de la Rosa, la opera de Richard Strauss. La opera es bastante divertida y el edificio de la opera es también impresionante.
Tal vez lo que más me gusto es andar en bici por la ciudad. La ciudad es grande, puedes pasar buen rato paseando y hay mucho que ver. No es muy amigable para los ciclistas, en el sentido que no siempre hay una ciclovía, pero se puede manejar por la avenida en ese caso y los autos respetan a los ciclistas. Todavía se ve mucho de la época comunista. Los edificios son realmente antiguos, impresionan, el transporte público también es bastante austero.
En la calle no se puede tomar alcohol supuestamente, pregunté en varias bodegas y me dijeron que no era posible, sin embargo luego me di cuenta que todo el mundo tomaba en la calle entonces comencé a andar con mi chela en la mano. Las cosas no funcionan como en Alemania que si se puede se puede y si no se puede no se puede, todo está menos claro y es más caótico. Esto se siente desde que comienza el viaje. Viajé en una línea húngara que tanto a la ida como a la vuelta se retrasó un buen rato. Pero lo más loco fue que cuando entrabas al avión abrían las puertas por adelante y por atrás, sin ningún orden, entonces toda la gente entraba y se encontraba en el pasadiso, algunos necesitaban pasar más adelante y otros más atrás y se topaban con los que venían, un caos total.
Estuve también en el Castillo, que está en la cima del lado de Buda. Allí comí sopa Gulash, pollo a la paprika y tomé vino Tokaji, todo riquísimo. Al lado un guitarrista tocaba música tradicional. Luego bajé y estuve en el Bar Instant, del lado de Pest. Ahí me quedé en el sótano bailando música gitana hasta la mañana, increíble el DJ, habría que darle un premio.
Colonia fue también una muy buena experiencia. Estuve una semana por un curso. También anduve en bici, yendo todos los dias al curso y saliendo algunas noches. Me gustó mucho. La gente me pareció bastante abierta, además muchos estudiantes y gente clase mediera. Los bares bien bacanes, las calles grandes y con vías amplias para las bicis, como en Berlín, en realidad encontré varias coincidencias con Berlín. Es una ciudad más que me gusta de Alemania, que me recuerda que no todo es tipo Hamburgo, donde no me encuentro para nada.
Estuve en una tertulia literaria en Colonia. Presentó fragmentos de un cuento y de una novela un escritor ecuatoriano. Interesante el lugar. Los latinos siempre sabiendo encontrar sitios cheveres, alternos, para organizar sus cosas. La mayoría sudamericanos, pelo largo, bohemios, que viven en Colonia, pienso se dedican a la escritura casi todos y algunos a la música. Me quedé allí, conocí alguna gente, luego nos fuimos a un bar, todo muy chevere. Un detalle interesante es el tema de publicar entre los escritores. Hay todo un rollo con eso. El chico que presentó no estaba interesado en publicar, no se preocupa por eso, y parece ser que para otros es igual, mas bien se quejan que su obra se juzgue a partir de lo publicado, y no se como interpretar eso.
Colonia me ha dado ganas de enterarme más de la movida latina literaria. Me comentaron allá que en Hamburgo hay un grupo que también se junta cada dos semanas e incluso ha tenido la visita del premio nobel Vargas Llosa un par de veces. Voy a ver luego qué pasa con eso.
También en Colonia salí a comer con Jorge, un pata peruano que conozco por el blog Cuaderno Contable. Fuimos a un sitio argentino donde prepararon una carne a la parrilla brutalmente rica. Luego a un barrio estudiantil a ver un partido de fútbol. Yo me quedé luego por ahí viendo algunos barcillos.
Finalmente Sicilia, el título de este blog. No sé, ya estoy un poco harto del rollito Italiano de la doble moral, las zapatillas de marca, las gafas oscuras, etc. Qué manera de exagerar de la gente. Estuve allá con Christian, un pata alemán que conozco de Berlín, las épocas misias. Él es desempleado, ahora yo soy el que tiene plata, entonces lo invité. No se lo podía creer. Pasamos del frío alemán al calorcito siciliano, incluyendo playita en Palermo. Nada, todo paja con Christian. Por otro lado contento de haber regresado vivo. Que bestia el tráfico en Sicilia, si te despistas de atropella un auto y no pasa nada, los autos pasan nomás, el peatón no importa un carajo.
La verdad que lo que más me impresiona, sin subestimar el siciliano, es que me deja totalmente incrédulo ver tanta riqueza cultural, tantos vestigios de culturas importantes, culturas grandes, y ellos caminando al lado, tomandose un café, como sin nada, escuchando música pachanga al lado de un edificio de hace más de mil ańos, ellos con las gafas oscuras, despreocupados, fumando un pucho, relajadisimos en la plaza. Me lleva a preguntarme si serían capaces como sociedad de volver a construir algo tan importante como lo hiceron sus antepasados.
Lo que más me gustó fue Catania, que es lo que según las guías es lo más feo. Pero últimamente estoy aprendiendo que las guías recomiendan lo que no me gusta y no mencionan lo que me interesa. La mayoría recomiendan Palermo, y claro, es muy lindo y todo, pero no deja de ser una ciudad normal. Catania me pareció más unica, diferente, la gente más pueblo, además más pobre. Con Christian comimos en el mercado unas cosas bien raras, comen como vísceras a la parrilla y carne de caballo en sanguche, todo muy rico. Luego los sambucas y limoncellos de rigor. La vida nocturna de Catania me gustó también más que la de Palermo. Luego no mucho más que contar de Sicilia, conocí gente, pero de alguna manera sentía que me contaban el mismo rollo todos, el rollo que ya conozco, repetido.
jueves, julio 08, 2010
lunes, mayo 24, 2010
Carnaval de las culturas 2010
Regresé ayer de Berlín. Fue una visita agradable, no necesariamente intensa. Berlín puede ser muy intenso, esta vez no lo fue tanto. Encontré cientos de Danis de todas partes del mundo, hambrientos por comerse Berlín como cuando yo llegué a Berlín. La energía de la gente es más de lo que yo necesito. Ahora en Berlín me basta y prefiero encontrar mi esquina y quedarme ahí. Verme con un par de amigos, tomar unas cervezas, quedarme unas horas disfrutando del ambiente o los ambientes, y soy capaz de irme cuando todo está por comenzar. En realidad, prefiero irme antes que vuelva a comenzar. Porque luego vuelve a comenzar, termina y vuelve a comenzar, y si te quedas hasta el final es posible que te quedes en la nada, en el caos. Mejor gozar el momento, el ambiente en el que estas, unas buenas conversas, risas, recuerdos y partir luego antes que vuelva a comenzar. Así puedes digerir lo vivido el día siguiente y con el tiempo buscarlo en el registro de tus recuerdos. Lo otro puede dejarte sin nada.
El carnaval se vio favorecido por el buen clima. En años anteriores frecuentemente hacia frio y llovía. Esta vez hacía calor y casi no llovió nada. El carnaval entonces estuvo increíble. Música y buena vibra por todos lados. Me encontré con varios amigos, con algunos porque así lo planeamos, con otros menos amigos por casualidad, en la calle.
De la música del carnaval de las culturas me quedo con el Halai turco/kurdo. Me encanta la música y el concepto de unidad. Todos bailando juntos de la mano, siguiendo una coreografía armoniosamente. Pero también me gustó el ska y me quedé con ganas de bailar salsa y saber si todavía soy capaz de moverme al ritmo.
Lo mejor de Berlín fue tal vez haber rentado bici apenas llegué. Así estuve más libre, sin depender de trenes ni nada. Pasear por Friedrichshain, Kreuzberg, sin atreverme a pisar Prenzlauer Berg por el temor a los recuerdos. Como saben mis amigos, volveré a Prenzlauer Berg sólo de aquí a unos años, para sentarme en el anfiteatro de Mauerpark y llorar copiosamente, por mí y por Berlín.
Me queda la sensación que mi regreso a Berlín, cuando se de, será tan distinto. Buscaré un barrio y me quedaré allí. Probablemente evite a los magos, los acróbatas, los clowns. Cultivaré plantas en mi casa y me reuniré de vez en cuando con amigos en mis sitios favoritos. Pero pasaré mucho tiempo trabajando en mi casa, sabiendo que siempre que me provoque, a cualquier hora, puedo salir y encontrar lo que quiero.
viernes, mayo 07, 2010
miércoles, febrero 10, 2010
Odio Hamburgo, su gente, todo. Pero más que nada, odio mi vida en Hamburgo.
Llevo cuatro meses y unos d as aquí y es hasta ahora el peor invierno que he pasado en mi vida. Nunca antes sentí tanta aversión por la nieve y el frío. Y eso que los últimos seis o siete inviernos los pasé en ciudades más frías aún que ésta. Pero este año no lo puedo soportar. Quiero desaparecer o que esto se acabe ya. Tal vez es que el invierno perdió su encanto inicial y ahora comienza la realidad. Tal como los alemanes comienzo a preguntarme qué chucha hago acá cuando podría estar en un clima más caluroso. La misma pregunta que antes me parecía estúpida cobra sentido y me da escalofríos no estar seguro de la respuesta.
El frio no es nuevo, pero lo que sí es nuevo es el piso congelado. No había visto nunca jamás algo así. El piso es un hielo y es peligrosísimo caminar por ahí. El Estado no hace nada por mantener limpias las calles. Es realmente increíble. Todos los días camino al trabajo te juegas la vida. Están todos caminando resbalándose, patinando, cayéndose y volviéndose a parar. Y uno no comprende cómo pueden haberse acostumbrado a vivir así. Los viejitos, ni hablar, simplemente no pueden salir.
Hamburgo es demasiado convencional, normal, como cualquier ciudad. Y definitivamente no me quedé en Alemania para estar en esta ciudad. Me quedé por Berlín y no veo la hora de regresar allá e instalarme de vuelta en Friedrichshain. Esta es una ciudad capitalista cualquiera. Más conservadora, su gente más distante, con más diferencias de clases. Para entrar al cajero del banco necesitas una tarjet, en mi edificio hay un aviso que alerta a los vecinos sobre posibles robos de bicicletas y en algunas zonas no se puede beber alcohol en la calle. La mayoría de gente trabaja y el que no es parte del sistema es un marginal. Yo soy parte del sistema.
Todos los días voy a un puto trabajo en el que tengo que pasar tarjeta, hablar con desconocidos, ser gentil gratuitamente o para que sea recíproco, participar de reuniones absurdas, vestir medio formal, y estar sentado frente a una computadora alrededor de paredes blancas la mayor parte del día. Todo esto en una zona empresarial que mas bien parece un cementerio, un lugar de muerte, depresión, fracaso de la vida. Tengo un horario fijo. Si tengo resaca tengo que ir. Si conozco en el camino a mi trabajo un alma aventurera (aunque está claro que eso no pasaría aquí) que me incite a seguirla, también tengo que ir. No puedo trabajar a la hora que quiero. Hay un horario en el que vamos a un edificio laberíntico donde nos consumen a todos. Y ojo, en este sistema si te dejas consumir te explotan hasta que no quede nada de ti.
Nunca antes me quedó algo tan claro. Los que trabajamos en este sistema somos los que hemos fracasado. Pude esquivar por varios años el fracaso pero ya no más. Los que estamos aquí somos los cojudos que no supimos hacerla. La gente lista, pendeja, está en el paro, haciendo música, escribiendo novelas, estudiando, viajando, trabajando en su propio negocio, haciendo investigación, que es lo que hago, pero cuando le sale del forro, por la madrugada y los domingos sobretodo. Los huevones tenemos jefe, hablamos con extraños, festejamos cumpleaños de desconocidos y para concha por un sueldo de mierda. Esto está clarísimo.
Ahora, tan tan huevón no soy. Es solo que por ahora no puedo mover mis fichas, no es el momento, pero cuando llegue hare mi jugada y regresaré a Berlín a vivir una vida decente y sana. No este infierno de mierda lleno de dementes que creen estar cuerdos.
Un par de cosas si me gustan de mi vida en Hamburgo. Mi roomate es un tío de putísima madre. Muy progresista y abierto de mente. Trabaja con gente que ha cometido faltas, algunas muy graves. Él los ayuda a reintegrarse a la sociedad y admiro su capacidad para aprender de ellos. Me gusta también la oficina de migraciones (Ausländerbehörde). En comparación con Berlín aquí parece un Kindergarten. He ido dos veces. La primera vez me regalaron caramelitos. La segunda fui a tramitar la visa de trabajo y un tipo bien inocentón me ayudó a llenar los datos de la fecha de mi deportación y reingreso al país. Había olvidado las fechas exactas; él no podía creer lo cercanas que eran. Por último, me gusta mi trabajo, el sistema es una mierda, pero en si lo que hago está entretenido.