lunes, mayo 24, 2010

Carnaval de las culturas 2010

Regresé ayer de Berlín. Fue una visita agradable, no necesariamente intensa. Berlín puede ser muy intenso, esta vez no lo fue tanto. Encontré cientos de Danis de todas partes del mundo, hambrientos por comerse Berlín como cuando yo llegué a Berlín. La energía de la gente es más de lo que yo necesito. Ahora en Berlín me basta y prefiero encontrar mi esquina y quedarme ahí. Verme con un par de amigos, tomar unas cervezas, quedarme unas horas disfrutando del ambiente o los ambientes, y soy capaz de irme cuando todo está por comenzar. En realidad, prefiero irme antes que vuelva a comenzar. Porque luego vuelve a comenzar, termina y vuelve a comenzar, y si te quedas hasta el final es posible que te quedes en la nada, en el caos. Mejor gozar el momento, el ambiente en el que estas, unas buenas conversas, risas, recuerdos y partir luego antes que vuelva a comenzar. Así puedes digerir lo vivido el día siguiente y con el tiempo buscarlo en el registro de tus recuerdos. Lo otro puede dejarte sin nada.

El carnaval se vio favorecido por el buen clima. En años anteriores frecuentemente hacia frio y llovía. Esta vez hacía calor y casi no llovió nada. El carnaval entonces estuvo increíble. Música y buena vibra por todos lados. Me encontré con varios amigos, con algunos porque así lo planeamos, con otros menos amigos por casualidad, en la calle.

De la música del carnaval de las culturas me quedo con el Halai turco/kurdo. Me encanta la música y el concepto de unidad. Todos bailando juntos de la mano, siguiendo una coreografía armoniosamente. Pero también me gustó el ska y me quedé con ganas de bailar salsa y saber si todavía soy capaz de moverme al ritmo.

Lo mejor de Berlín fue tal vez haber rentado bici apenas llegué. Así estuve más libre, sin depender de trenes ni nada. Pasear por Friedrichshain, Kreuzberg, sin atreverme a pisar Prenzlauer Berg por el temor a los recuerdos. Como saben mis amigos, volveré a Prenzlauer Berg sólo de aquí a unos años, para sentarme en el anfiteatro de Mauerpark y llorar copiosamente, por mí y por Berlín.

Me queda la sensación que mi regreso a Berlín, cuando se de, será tan distinto. Buscaré un barrio y me quedaré allí. Probablemente evite a los magos, los acróbatas, los clowns. Cultivaré plantas en mi casa y me reuniré de vez en cuando con amigos en mis sitios favoritos. Pero pasaré mucho tiempo trabajando en mi casa, sabiendo que siempre que me provoque, a cualquier hora, puedo salir y encontrar lo que quiero.

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