viernes, marzo 23, 2007

México

A finales de los 80s el Perú vivió una ola masiva de emigración. El país pasaba por una crisis económica y social, la peor que he vivido. El terrorismo iba en aumento, la inflación sobrepasó los 7000% al anho (1990), la economía se cerro al mundo, los productos escaseaban, la pobreza aumentaba, era desesperante para las familias. Entonces, los que podían se iban. Era el tema de conversación de cada día en las familias, que tal se fue a Estados Unidos, Espanha, o que se piensa ir. Pues mi familia no fue la excepción: nos fuimos a México.

Recuerdo el mi último día en Lima antes de viajar a México. Ese día no hubo agua en el distrito donde vivía, Pueblo Libre. Por esa época hacían racionamiento de agua y a veces también se iba la luz porque los terroristas se bajaban las torres de energía eléctrica. Entonces no pude banharme en mi casa antes de salir, eso me molestó mucho y dije “ojalá nunca tenga que volver a este país de mierda“. Tenía once anhos en ese entonces. Mi abuela me escuchó y me dijo que no diga algo así porque nunca se sabe que va a pasar en el futuro. Tenía razón, a los 17 anhos regresé al Perú solo y por mi propia voluntad.

Lo que más me impresionó al llegar al Distrito Federal fueron las semejanzas con Lima. Del aeropueto tomamos un taxi al hotel y no me despegaba de la ventana en el camino. Era la primera vez que salía del Perú y esperaba encontrar algo totalmente diferente. Pensaba que la vestimenta de la gente, la arquitectura de los edificios, las avenidas, los carteles publicitarios, que todo eso sería diferente. Pero no, las cosas se parecían mucho más de lo que pensaba y me llevé una desilusión total.

Lo que sí llamó mi atención al llegar fueron las cadenas de comida rápida como McDonalds, Burguer King, etc. También los centros comerciales. En esa época en Lima no había nada de eso pero uno se enteraba por las películas americanas, imagino. Como muchos ninhos, yo también me había comido el cuento de que todo lo de Estados Unidos, la vida capitalista, moderna, era “cool”, algo a lo que aspirar. Luego de pasar unos días en el Hotel Plaza del DF, que por su puesto fue otro schock considerando que venía de estar sin agua en Lima, nos fuimos a Hidalgo del Parral Chihuahua, al norte de México (ver foto de la plaza en Parrai).

En Parral hice mi primer anho de secondaria. Al llegar, mientras buscabamos casa, pasamos 3 meses en un hotel. Parral es un pueblo bien particular, parece que ahí se detuvo el tiempo. La gente vive más o menos como en las películas mexicanas antiguas. Muchos usan sombrero, andan armados, manejan camionetas grandes, o “trocas”, hay mucho narcotráfico, impera el machismo, y es el lugar donde mataron a Pancho Villa. Para anho nuevo en lugar de cohetones, la gente saca las pistolas o metralletas y disparan al cielo. Cuando mi papá llego con nosotros enviado a poner una empresa de explosivos para las minas, salió en el periódico y hubo gente que estaba en contra que instalen esta fábrica en Parral.

El segundo y tercer anho de secundaria lo hice en Chihuahua, la capital del estado. Luego nos mudamos a Torreón, Coahuila. También en el norte de México. Allí comencé la preparatoria. En México la educación secundaria comienza en el sétimo grado y termina en el doceavo. A los primeros tres anhos se les conoce como secundaria y a los últimos tres anhos como preparatoria. Luego de Torreón nos mudamos al DF, donde terminé la preparatoria, comencé la universidad (sólo un par de meses) y finalmente me regresé a Perú.

De hecho no es posible resumir los seis anhos que viví en México en un post. Quiero, sin embargo, mencionar dos cosas más, para tampoco alargarla mucho. La primera es que decidir regresar al Perú es una de las decisiones más importantes que he tomado, una que comenzó a definir lo que soy ahora. Me fui de México cuando pasaba por una depresión muy fuerte, no me “hallaba en México”, necesitaba buscar mis raíces, mi identidad. Regresé a Perú pero esa búsqueda fracasó. Como era de esperarse, luego de seis anhos en México me sentí como un extranjero en Lima y ese sentimiento nunca cambió por completo hasta que me volví a ir. Pero el no haber encontrado lo que buscaba no me afecto, simplemente comencé a hacerme otras preguntas y mis búsquedas cambiaron. Aprendí a convivir con ese vacío.

La segunda es que México me dejó cosas importantes. Tuve que regresar un par de veces a México para reconciliarme con esa parte de mí y darme cuenta de lo valiosa que era. Por ejemplo, dudo que hubiese venido a vivir a Berlín sin la influencia de México. Porque allí despertó mi interés por la cultura, la literatura, viajar, el cine, escribir, las ciencias sociales, la historia, Europa. Sencillamente hay más espacios para la cultura y gente con el “suenho europeo” (así como el suenho americano) en México que en Perú.

2 comentarios:

Unknown dijo...

Me gustaría saber dónde vives ahora.
http//.hjorgev.wordpress.com

Carlos Rosado dijo...

ufff el DF, que locura... por eso soy feliz en mi pueblo, jaja