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El camino es precioso. Gran parte de él uno va al lado del río Elba y sus ramificaciones. En un momento tuve que cruzar el Elba en un ferry que además de ciclistas llevaba autos y pasajeros que iban a pie. Muy bacán, de los dos lados del río había gente comiendo y tomando cerveza esperando el ferry. Además de vegetación y agua, en el camino se pueden ver muchos animales: vacas, caballos, granjas de aves. Hace tiempo que no olía estiércol de vaca y caballo. Tampoco que me acercaba tanto a los animales y jugaba a llamar su atención. Los caballos reaccionaban, se me acercaron. No pasa casi gente por ahí asi que pienso estaban contentos de mostrarse y saludar.
La gente también saludaba de buen ánimo. Sobretodo los ciclistas, pero también en los pueblitos alguna gente se quedaba mirando y saludaba con buena vibra. El clima ayudaba, estabamos a alrededor de 18 grados centígrados. Además, mucha gente se tomó el fin de semana largo luego del feriado ayer por Pentecostés.
Luego de varios kilómetros de andar en bici entra el cansancio, claro, y con el sol provoca una chela. Y lo que uno no se espera: en el medio de la nada de pronto aparece algún Biergarten. Paré en uno y me tomé un vaso grande de cerveza blanca Weihenstephan, de Bavaria, supuestamente la cervecería más antigua del mundo (del año 1040). Recuperadora. Me parece que originalmente esa era un poco el sentido de los Biergarten y otros Gaststätte: ser lugares donde uno para luego de un largo camino cansado para tomar una chela, comer algo, y encontrar un poco de hospitalidad.
Vale la pena conocer la geografía entre las ciudades y hacer este tipo de viajes. Uno viaje en avión o en tren pero no sabe bien por dónde pasa. En bici, entre las ciudades, uno recuerda de dónde viene nuestra comida, el agua, la energía. Además que somos tan pequeñitos y pasajeros frente a la naturaleza. Pero al mismo tiempo somos parte de esa cosa alucinante, que respira y vive. De hecho sólo por eso lo hacemos nosotros, aunque en las ciudades a veces uno se lo olvide.
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